jueves, 1 de septiembre de 2011

El Ocaso: I


El ocaso aparece ante mi vista, el lejano ocaso…

¿Cuál ocaso?, eso es simple: Aquel lejano agujero que succiona la existencia. Aquel ser mitológico que alguna vez de él oí hablar, el que a su paso digiere el tiempo y el espacio.

Siento abrirse un agujero frente a mi ser, ayer sentí otro y en mi vaga memoria los recuerdo en mi infancia. Siento los sacudones, las abrazadas, como palpita mi interior al sentirme atravesando por los actos de la Némesis que gobierna cada universo que atravieso. Me pregunto a cada instante de mi existencia si realmente éste es mi tiempo. Elevo mi vista al cielo y trato de recordar quien fui antes de sentirme atravesando el ocaso.

Algunos días despierto atravesado por lanzas, otro día por estacas. Al fin recuerdo mi mundo cuando siento que soy atravesado por las palabras: Las dulces palabras de un mundo que se ingiere a si mismo en una búsqueda interminable.

Las calles se asemejan, mi pareja también. Los cableados de las casas y las nubes parecen los de mi mundo, pero en el fondo de mi ser presiento que ese no es mi hogar. No es antipatía. Es mi propia memoria que me recuerda mi lugar en el universo humano.

A veces el Ocaso llega mientras duermo, sin darme cuenta que él a pasado a buscarme. A veces despierto ensangrentado por el filo de una cuchilla en mi vientre. Yo solamente trato de cerrar los ojos y sufrir poco. Sé que al despertar estaré vivo en otro infierno, o por lo menos moriré tranquilo. Pero morir es descansar y el descanso llama al Ocaso en busca de un equilibrio en el Todo.

Entonces sólo procuro navegar entre las realidades que van surgiendo a la espera de que llegue a la mía, aquella de la cual partí. La primera en la que recuerde que era mi hogar.

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